lunes, 12 de enero de 2009

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Guillem llegó a casa bregando con sus instintos asesinos, que durante todo el viaje de vuelta no han dejado de insistirle en que arremetiera con cualquier cosa que se interpusiera en su camino. Después de un adiós carente de miradas, parco en sonrisas y sin un ápice de ternura, el rato que pasó en el autobús contemplando nervioso el espectáculo de la gente con prisas y movilidad reducida, en su mayoría carne de geriatras con rostros que parecen estar afectados de mala leche crónica, cargado con sus tomos del saber a la espalda, consume un cigarrillo con ansias mientras anda las 2 paradas de más que ha evitado seguir dentro de ese vehículo tan profundamente deprimete y enojante.

Llegó a casa abriendo con rabia la puerta, dejó sus cosas encima de la cama, contribuyendo al microcaos de su habiación extrañamente limpia y semiordenada, encendió la conexión a internet y empezó a escribir estapequeña introducción, frustrada por la repentina caída del sistema operativo. Una hora después, volvió a armarse de espíritu creativo y emprendió de nuevo este relato. Mientras sonaba la música aleatoria a través de la minicadena, el teléfono fijo al que no contestaba sonaba con profusión.

"No estoy en casa ¡joder!" Exclamaba indignado mientras se cortaba su vena literaria. Inspiró profundamente y asintió con la cabeza, decididamente aquel no había sido un buen día, porque no había nada que destacar, precisamente el día había estado lleno de eso, de NADA, o, si almenos de algo, ese algo estaba relleno de insípidos tintes de pesadez, aburrimiento y frustración por errores propios.

Pero, bien, deberíamos empezar por el principio, porque toda historia tiene su prólogo o bien su precuela comercial, clamoroso éxito de ventas, inversamente proporcionales a la calidad del escrito.

Veamos...

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Escribir una intro y que ubuntu se cuelgue es frustrante, sí.

Vayamos a por ello otra vez.